Post by BoricuasOnline on Aug 20, 2005 23:40:41 GMT -5
NO HAY peor indignación que observar cómo las leyes apoyan la discriminación de la comunidad gay, lesbiana, bisexual y transexual (GLBT) en Puerto Rico. Estas leyes siguen perpetuando las imágenes estereotipadas y distorsionadas de nuestra comunidad en el seno de la sociedad puertorriqueña. El más reciente de estos ejemplos es el caso de Alexandra Delgado Hernández y la denegación que hiciera el Tribunal Supremo de Puerto Rico a su petición de reconsideración para que se le permitiera cambiar su la categoría de su género de masculino a femenino.
Quizás lo peor del caso es que el máximo líder de nuestro país, el gobernador Aníbal Acevedo Vilá, avaló la decisión del Tribunal Supremo expresándose a favor de la discriminación contra Delgado Hernández. En sus expresiones, el Gobernador prácticamente desautoriza los esfuerzos hechos por las agencias encargadas de velar por los derechos civiles, como la Procuraduría de las Mujeres y la Comisión de Derechos Civiles. El señor Gobernador olvida que las personas de la comunidad GLBT estamos en todas las esferas públicas y privadas de nuestro país, incluyendo posiciones gubernamentales de alto rango, y merecemos respeto, aparte de un trato justo y equitativo en la aplicación de las leyes. ¿Será que tenemos un George W. Bush "boricua" en desarrollo?
Aunque la acción de Acevedo Vilá provoca malestar, hay una indignación aún mayor. Es lamentable no sentir la furia del colectivo de nuestra propia comunidad GLBT ante la discriminación tan obvia que ha sufrido Alexandra. Es frustrante notar cómo reforzamos las diferencias entre nosotros, y un gran ejemplo son las travestis y los transexuales. En diferentes foros cibernéticos, muchas personas se han expresado sobre la imagen "carnavalesca" que se proyecta en las paradas como una indigna representación digna de nuestra esencia comunitaria. Otros se atreven a insinuar que las travestis y los transexuales no son "normales" como los gays y las lesbianas. Si así reacciona la comunidad homosexual sobre este caso, entonces no es de extrañar que el país no pueda imaginar a un homosexual sino como "una mujer en cuerpo de hombre" y se celebre a "la loca" como la única imagen aceptable del homosexual porque nosotros mismos lo permitimos. El desconocimiento es abrumador, y sólo se puede cambiar si los homosexuales puertorriqueños educamos en una forma visible a todo nuestro país, incluyendo a nuestra propia comunidad, sobre estas situaciones.
Consideremos el movimiento GLBT como el conjunto de organizaciones, grupos y personas que realizan acciones a favor de los gays, lesbianas, bisexuales o transexuales en cualquier ámbito. No me cabe la menor duda que los esfuerzos son palpables y visibles. Desde grupos comunitarios hasta los foros en el ciberespacio, cada uno contribuye a mejorar la calidad de vida de nuestra comunidad. Estos grupos han tomado el liderato en múltiples ocasiones para servir como portavoces, mediadores y educadores frente a la burla y atropello de los derechos básicos que todo ser humano tiene el derecho de disfrutar. Han desarrollado a través de sus agendas una voluntad de servir desinteresadamente para el beneficio de la comunidad GLBT de Puerto Rico, esto sin contar con un gran apoyo económico de la comunidad que pretenden servir.
La comunidad GLBT de Puerto Rico sin embargo, no ha logrado responder a estos esfuerzos con el mismo compromiso. La ausencia de un ambiente de cohesión comunitario en la lucha es evidente. Esto pudiera explicarse de dos maneras: o el mensaje no está llegando o a la comunidad no les interesa recibirlo. Por tanto, sólo unos pocos defienden los intereses de toda una comunidad compuesta de miles de personas. A diferencia de los Estados Unidos, España y otros países del mundo, donde los grupos activistas lideran igual y mayor número de personas en todos los asuntos relacionados con su comunidad para promover una agenda política y social con un respaldo económico sustancioso, en Puerto Rico no sucede. Y es tan lamentable como las acciones del poder ejecutivo y legislativo ante situaciones como la que ha vivido Alexandra Delgado.
Si hay algo importante que necesitamos recordar, es que la comunidad GLBT se compone de una diversidad exquisita de personas con una causa común. En pleno siglo XXI, somos el único grupo minoritario para el que aún existen leyes que permiten la discriminación en su contra. Somos ciudadanos de segunda clase como lo fueron los miembros de la raza negra en los años sesenta, en los setenta las mujeres, y los pacientes de sida en la década de los ochenta. No obstante, si cada grupo logró superarse, nosotros también podemos lograrlo, pero en un esfuerzo unido y visible. No podemos continuar siendo gays que viven a puertas cerradas en las discotecas del país, mientras el resto del mundo se encarga de tomar decisiones que nos perjudican.
Como grupo social, es necesario tomar el toro por los cuernos y dar cara. Es preciso demostrar nuestro poder-- económico, intelectual, social y político para que se nos tome en cuenta. Es importante aportar a la causa con ayuda económica a las iniciativas ya existentes. Es imperativo educar a nuestro país sobre quiénes somos y qué aportamos. Es crucial la participación activa en los procesos políticos, eligiendo los candidatos que crean en nuestra causa. Es fundamental respetar la diversidad y ser ejemplo de la tolerancia entre nosotros mismos para reclamar ese mismo privilegio ante la sociedad.
El Movimiento Gay defiende la obtención de igualdad de derechos humanos de todos sus componentes-los gays, las lesbianas, los bisexuales y también los transexuales. Alexandra Delgado Hernández no tiene por qué estar sola en esta lucha: ella nos tiene a nosotros como comunidad, para respaldarla en su derecho de impugnar esta decisión prejuiciosa, funesta y arbitraria que le impide la felicidad que merece por derecho, según la vida que ha escogido llevar. No podemos pasar un día más sin indignarnos ante la actitud de nuestros gobernantes que, en su alegado "gobierno para todos los puertorriqueños", excluye a los miembros de la comunidad GLBT.
Quizás lo peor del caso es que el máximo líder de nuestro país, el gobernador Aníbal Acevedo Vilá, avaló la decisión del Tribunal Supremo expresándose a favor de la discriminación contra Delgado Hernández. En sus expresiones, el Gobernador prácticamente desautoriza los esfuerzos hechos por las agencias encargadas de velar por los derechos civiles, como la Procuraduría de las Mujeres y la Comisión de Derechos Civiles. El señor Gobernador olvida que las personas de la comunidad GLBT estamos en todas las esferas públicas y privadas de nuestro país, incluyendo posiciones gubernamentales de alto rango, y merecemos respeto, aparte de un trato justo y equitativo en la aplicación de las leyes. ¿Será que tenemos un George W. Bush "boricua" en desarrollo?
Aunque la acción de Acevedo Vilá provoca malestar, hay una indignación aún mayor. Es lamentable no sentir la furia del colectivo de nuestra propia comunidad GLBT ante la discriminación tan obvia que ha sufrido Alexandra. Es frustrante notar cómo reforzamos las diferencias entre nosotros, y un gran ejemplo son las travestis y los transexuales. En diferentes foros cibernéticos, muchas personas se han expresado sobre la imagen "carnavalesca" que se proyecta en las paradas como una indigna representación digna de nuestra esencia comunitaria. Otros se atreven a insinuar que las travestis y los transexuales no son "normales" como los gays y las lesbianas. Si así reacciona la comunidad homosexual sobre este caso, entonces no es de extrañar que el país no pueda imaginar a un homosexual sino como "una mujer en cuerpo de hombre" y se celebre a "la loca" como la única imagen aceptable del homosexual porque nosotros mismos lo permitimos. El desconocimiento es abrumador, y sólo se puede cambiar si los homosexuales puertorriqueños educamos en una forma visible a todo nuestro país, incluyendo a nuestra propia comunidad, sobre estas situaciones.
Consideremos el movimiento GLBT como el conjunto de organizaciones, grupos y personas que realizan acciones a favor de los gays, lesbianas, bisexuales o transexuales en cualquier ámbito. No me cabe la menor duda que los esfuerzos son palpables y visibles. Desde grupos comunitarios hasta los foros en el ciberespacio, cada uno contribuye a mejorar la calidad de vida de nuestra comunidad. Estos grupos han tomado el liderato en múltiples ocasiones para servir como portavoces, mediadores y educadores frente a la burla y atropello de los derechos básicos que todo ser humano tiene el derecho de disfrutar. Han desarrollado a través de sus agendas una voluntad de servir desinteresadamente para el beneficio de la comunidad GLBT de Puerto Rico, esto sin contar con un gran apoyo económico de la comunidad que pretenden servir.
La comunidad GLBT de Puerto Rico sin embargo, no ha logrado responder a estos esfuerzos con el mismo compromiso. La ausencia de un ambiente de cohesión comunitario en la lucha es evidente. Esto pudiera explicarse de dos maneras: o el mensaje no está llegando o a la comunidad no les interesa recibirlo. Por tanto, sólo unos pocos defienden los intereses de toda una comunidad compuesta de miles de personas. A diferencia de los Estados Unidos, España y otros países del mundo, donde los grupos activistas lideran igual y mayor número de personas en todos los asuntos relacionados con su comunidad para promover una agenda política y social con un respaldo económico sustancioso, en Puerto Rico no sucede. Y es tan lamentable como las acciones del poder ejecutivo y legislativo ante situaciones como la que ha vivido Alexandra Delgado.
Si hay algo importante que necesitamos recordar, es que la comunidad GLBT se compone de una diversidad exquisita de personas con una causa común. En pleno siglo XXI, somos el único grupo minoritario para el que aún existen leyes que permiten la discriminación en su contra. Somos ciudadanos de segunda clase como lo fueron los miembros de la raza negra en los años sesenta, en los setenta las mujeres, y los pacientes de sida en la década de los ochenta. No obstante, si cada grupo logró superarse, nosotros también podemos lograrlo, pero en un esfuerzo unido y visible. No podemos continuar siendo gays que viven a puertas cerradas en las discotecas del país, mientras el resto del mundo se encarga de tomar decisiones que nos perjudican.
Como grupo social, es necesario tomar el toro por los cuernos y dar cara. Es preciso demostrar nuestro poder-- económico, intelectual, social y político para que se nos tome en cuenta. Es importante aportar a la causa con ayuda económica a las iniciativas ya existentes. Es imperativo educar a nuestro país sobre quiénes somos y qué aportamos. Es crucial la participación activa en los procesos políticos, eligiendo los candidatos que crean en nuestra causa. Es fundamental respetar la diversidad y ser ejemplo de la tolerancia entre nosotros mismos para reclamar ese mismo privilegio ante la sociedad.
El Movimiento Gay defiende la obtención de igualdad de derechos humanos de todos sus componentes-los gays, las lesbianas, los bisexuales y también los transexuales. Alexandra Delgado Hernández no tiene por qué estar sola en esta lucha: ella nos tiene a nosotros como comunidad, para respaldarla en su derecho de impugnar esta decisión prejuiciosa, funesta y arbitraria que le impide la felicidad que merece por derecho, según la vida que ha escogido llevar. No podemos pasar un día más sin indignarnos ante la actitud de nuestros gobernantes que, en su alegado "gobierno para todos los puertorriqueños", excluye a los miembros de la comunidad GLBT.